Para el ciudadano común, el Instituto Pedagógico de Caracas es conocido bien por su entrañable edificio histórico, “la casa vieja” de Don Mario Torrealba Lossi, o por la moderna torre docente, que, de no ser por la presencia estudiantil, algunos confundirían con la sede de un hospital. No obstante, tras estas fachadas, se esconde El Pueblo; la gente que pasa por la Avenida Páez de El Paraíso, no lo ve, pero allí está él, quizás abandonado y triste, con pocos habitantes, pero con un pasado digno de darse a conocer y en eso estamos.
El Pueblo nació por allá a mediados de los años 60. Para esos años, la matrícula estudiantil en el Instituto Pedagógico, superaba las posibilidades de atención que ofrecía la institución. Gracias a los planes de obras, implementadas a la caída de la dictadura perezjimenista y luego por la naciente democracia, se construyeron en un sector adyacente al Barrio Brisas del Paraíso, un conjunto de edificaciones, si se quiere modestas, para ubicar allí nuevas aulas, oficinas administrativas y académicas, un herbario, laboratorios, un cafetín, canchas deportivas, una pequeña capilla, talleres de servicios y de teatro, un jardín, una pequeña librería, baños, un estacionamiento e incluso un auditorio. En poco tiempo, las actividades que se realizaban en estos ambientes eran muy numerosas y diversas; hasta el orfeón y nuestras asociaciones gremiales, aún tienen allí sus sedes. La gente, comenzó a llamar a este sector como “El Pueblo”; y así se quedó, pero, en realidad de pueblo tenía muy poco.
Cada día, decenas de personas cargadas de trabajos, proyectos, ideas, alegrías, ilusiones, éxitos, penas y fracasos; es decir, de historias, se encontraban en El Pueblo y con frecuencia procuraban algún tiempo para comentar aquellas que tuvieron a este sitio como escenario y compartir, al menos un café. En la actualidad, El Pueblo, tiene un aura fantasmal, nadie creería que, en ocasiones, por ejemplo, durante las graduaciones, este sector parecía una bulliciosa ciudad. Pero, el Pueblo está vivo y no vamos a permitir que muera. Muchas vivencias, incidencias y anécdotas flotan en el aire e impregnan sus espacios. Nosotros, con su apoyo, vamos a rescatarlas y así evitar que sean devoradas por las horribles fauces del olvido. Ese es nuestro objetivo, hablar de El Pueblo y sus historias, disfrútenlas.
Profesores Efraín J. Moreno y Cristian P. Sánchez