Entrando por la puerta principal, atravesando esa hermosa reja negra que dice arriba Instituto Pedagógico, tomabas a la derecha y te encontrabas con una cartelera que tenía llave. Esa cartelera de grueso cristal, era utilizada para exhibir la correspondencia que enviaban a los estudiantes, porque en mi época, la mayoría de nosotros venia del interior del país, pero que también, como en mi caso, recibíamos cartas del exterior. Íbamos a la Dirección a solicitar la misiva que con ansiedad esperábamos. Yo, me había venido desde Ciudad Bolívar a estudiar a Caracas y vivía con unos familiares, pero la mayoría de los que llegaron a eso como yo, vivían en pensiones. Yo tenía amores escondidos con un joven que se había ido a estudiar a Canadá y no podía recibir sus cartas en la casa. Diez días tardaba la correspondencia en ir y venir; cinco en llegar las mías a Montreal y cinco en recibir las de mi enamorado en el Pedagógico. Como un clavel, cada 10 días, iba a esa cartelera en búsqueda del sobre pegado con chinches para poder identificarla. Pasamos tres años relacionándonos por carta y no me casé con él. No recuerdo a quién le pedíamos la llave de esa cartelera cargada de esperanzas. Escrito en 2023.
Marina Romero. Profesora de Matemática. Egresada en 1970.